Durante siglos, las caravanas de camellos cargadas de incienso, mirra, especias, seda y piedras preciosas atravesaban la antigua Arabia, abriéndose paso por el implacable Cuarto Vacío, en expediciones agotadoras que duraban meses. Este tráfico comercial, que utilizaba una red consolidada de pueblos y caravasares, llevó la prosperidad a las ciudades de la costa occidental de la península. Las rutas también favorecieron el intercambio de bienes e ideas entre continentes. En Arabia Saudí, todaví...
Las resinas de incienso y mirra, muy preciadas en la Ruta del Incienso, se recogían de las «lágrimas» que caían de los árboles que solo crecían en el sur de Arabia y el noreste de África.
Aunque la Ruta de la Seda tomaba su nombre de la seda china con la que se comerciaba, había más cosas que telas, como especias del sudeste de Asia y de India que se intercambiaban en Yida y otros puertos clave de la ruta.
Incluso antes de la llegada de los romanos en el siglo I d. C., en el mar Rojo y el golfo Arábigo ya había flotas de mercaderes con sus preciados cargamentos de especias, desde cardamomo y canela hasta nuez moscada y cúrcuma.
La Ruta del Incienso, de 2.000 kilómetros y una de las rutas comerciales más antiguas del mundo, llevó al Mediterráneo el incienso y la mirra de los árboles que solo crecían en el sur de Arabia y el noreste de África. Estos productos estaban muy valorados en el Mundo Antiguo. Se utilizaban para embalsamar a las momias en Egipto, para elaborar medicinas y cosméticos y para celebrar ceremonias religiosas en los templos romanos y judíos y en las iglesias cristianas. Había tanta demanda que a veces costaban más que el oro, y la larga y peligrosa ruta a través de Arabia no hacía más que aumentar su precio.
La Ruta del Incienso, que se empezó a utilizar hace más de 4.000 años, discurría paralela al mar Rojo por la costa occidental de Arabia Saudí. Los nabateos, una antigua civilización que conocía los peligros del desierto, se lucraron gracias a los mercaderes de la ruta. Invirtieron sus ganancias en proyectos de construcción, como Hegra (también llamada Al-Hijr), una ciudad tallada en arenisca, protegida por la Unesco y segunda capital del reino después de Petra, que se encuentra hoy en Jordania.
De la ciudad solo quedan más de 100 tumbas bien conservadas y talladas sobre la roca, congeladas en el tiempo y decoradas con símbolos funerarios nabateos que se inspiran en los romanos y los griegos, resultado del intercambio cultural de la ruta comercial. Los nabateos, como se ve en sus construcciones, aprendieron a dominar el desierto con impresionantes sistemas de almacenamiento y captación de agua que permitían a las aldeas desarrollar la agricultura para alimentar a la población y a los viajeros que por allí pasaban.
Cuando los romanos conquistaron el sur de Arabia en el siglo I d. C., llamaron a la región Arabia Felix, o «Arabia feliz», por la extraordinaria acumulación de riquezas fruto de esta ruta comercial. Sin embargo, los romanos no contaban con el saber local y no dominaban el desierto, por lo que pronto dirigieron su atención al agua y empezaron a desarrollar una ruta comercial marítima que podían controlar más fácilmente.
Pero antes de que los romanos se fijaran en estas aguas, por las costas de Arabia, tanto en el mar Rojo al oeste como en el golfo Pérsico al este, navegaban mercaderes con cargamentos de cardamomo, canela, jengibre, nuez moscada, pimienta, cúrcuma y otras especias que descargaban en los puertos de la península. Estas redes marítimas se enlazaron con las terrestres de la Ruta de la Seda, que discurrían entre China y Europa. Los envíos de especias desde el sudeste asiático e India pasaban por puertos como Yida, apodada «la novia del mar Rojo» y segunda ciudad más grande de Arabia Saudí después de Riad.
Yida sigue siendo una próspera ciudad portuaria gracias al comercio marítimo. La arquitectura de Yida, especialmente la del histórico distrito de Al Balad, refleja la riqueza y los nuevos conocimientos que el comercio marítimo llevó a la ciudad. Los preciosos edificios de dicho barrio se construyeron con piedra coralina tallada a mano y están adornados con celosías de madera de colores llamadas rawasheen.
Las especias de Asia, usadas en mediacamentos, se valoraban mucho en la Europa medieval. Esta red comercial se utilizó hasta entrado el siglo XV, pero quienes visiten hoy la ciudad pueden encontrar montones de especias, alfombras y cerámica en los zocos multiculturales de Yida.
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